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Reflexión Nº7 · Humildes como Jesús

PODCAST · Lectura y Reflexión

Buenos días. Buenas tardes, queridos hermanos, queridas hermanas, queridos niños, soy el padre José y comparto con ustedes la palabra de Dios.




Del evangelio de San Marcos:

Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: "Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir". Él les respondió: "¿Qué quieren que haga por ustedes?" Ellos le respondieron: "Concede que nos sentemos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda cuando estés en tu gloria". Jesús les dijo: "No saben lo que piden. ¿Pueden beber el cáliz que yo beberé y recibir el bautismo que yo recibiré?" "Podemos", le respondieron. Entonces Jesús agregó: "Ustedes beberán el cáliz que yo beberé y recibirán el mismo bautismo que yo. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes han sido destinados". Cuando los otros diez, que habían oído a Santiago y a Juan, se indignaron contra ellos, Jesús los llamó y les dijo: "Ustedes saben que aquellos a quienes se considera gobernantes dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande que se haga servidor de ustedes, y el que quiera ser el primero que se haga servidor de todos, porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud".

Palabra del Señor.


Reflexión:

Para reflexionar el evangelio de hoy, no debemos quitar la mirada de Jesús, que va camino a Jerusalén, ni tampoco de los versículos que preceden a este pasaje. Jesús había hecho el tercer anuncio de lo que le ocurrirá en Jerusalén, lo que provocó el comentario de los hijos de Zebedeo, que pretenden sentarse uno a la derecha y otro a la izquierda. Lo curioso es que los hermanos lo llaman "Maestro", pero le dicen lo que tiene que hacer. Como decimos por estos lugares, "un lopaytema".


Sus pretensiones revelan la misma actitud egoísta del domingo pasado: andar buscando seguridades. El domingo pasado preguntaron "¿qué debo hacer para asegurar la vida eterna?", y este domingo quieren los primeros puestos. La respuesta de Jesús, "no saben lo que piden", pone de manifiesto que no habían escuchado realmente a Jesús; estaban en una frecuencia muy distinta.


Jesús, en lugar de la gloria, les habla de la cruz. Y allí, en la cruz, habrá dos personas a su derecha y a su izquierda, pero serán malhechores, no los hijos de Zebedeo. Esta ambición egoísta de los hermanos era una actitud presente en todos los discípulos. Al oírlo, los otros diez se indignaron porque querían lo mismo; todos aspiraban a los mismos puestos, como punteros políticos dispuestos a cualquier cosa en campaña.


Jesús los reúne para enseñarles algo que no deben olvidar nunca, y tampoco nosotros. Primero, les revela cómo el poder en el mundo es utilizado para dominar: los poderosos oprimen y se hacen servir. En segundo lugar, entre ellos no debe suceder así. El poder debe ser para servir. Es fácil entender esto intelectualmente, pero muy difícil llevarlo a la práctica y hacer del servicio un estilo de vida. Jesús dice: "Yo no vine para ser servido, sino para servir". Siendo grande, se hizo pequeño; siendo rico, se hizo pobre; siendo fuerte, se hizo débil. A Jesús nadie le quita la vida, Él la da por amor a todos, para demostrar que ese amor viene de Dios.

Dar la vida no significa solo morir, sino poner nuestra humanidad al servicio de los demás mientras vivimos. Por ejemplo, cuando una pareja decide tener un hijo por amor, comprometen toda su vida a servir a ese hijo; no les roba la vida, sino que la entregan por amor. Si no lo hicieran, no serían verdaderos padres.


A veces, a la Iglesia y a los cristianos se nos olvida que somos un "ser para los demás". Podemos tener las mejores doctrinas y ceremonias, pero si nos falta amor y la actitud de servicio, ¿de qué nos sirve? Jesús, el Hijo de Dios, renunció a todo poder para mostrar el amor de Dios de manera práctica, sencilla y humilde. Lavó los pies de sus discípulos, no se aprovechó de nadie, sino que se acercó a los que sufrían y les dio todo lo que sabía y tenía.

Hoy celebramos a tantas personas que, como Jesús, viven ese estilo de vida sin saberlo. Gente que no busca reconocimiento, que no tiene grandes pretensiones, solo les interesa ayudar a quien lo necesita. Son grandes como Jesús porque son profundamente humanos. En nuestra Iglesia, en nuestras comunidades, necesitamos más gente así. También en la política, en la economía, en el mundo necesitamos más personas que se distingan por su bondad y servicio.

Este domingo, además, celebramos el Día de la Madre. Ellas son el ejemplo perfecto de quienes viven para servir, llenando los hogares de calor y alegría. Ojalá sigan habiendo mujeres con vocación de madre. Que la bendición de Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nosotros y permanezca para siempre.

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