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Reflexión Nº18: La generosidad que transforma el mundo

PODCAST · Lectura y Reflexión


Buenos días. Buenas tardes, queridos hermanos, queridas hermanas, queridos niños, soy el padre José y comparto con ustedes la palabra de Dios.




Lectura del Evangelio según San Lucas:

En una oportunidad, la multitud se amontonaba alrededor de Jesús para escuchar la Palabra de Dios, y él estaba de pie a orillas del lago de Genesaret. Desde allí vio dos barcas junto a la orilla del lago; los pescadores habían bajado y estaban limpiando las redes. Jesús subió a una de las barcas, que era de Simón, y le pidió que se apartara un poco de la orilla. Después se sentó y enseñaba a la multitud desde la barca. Cuando terminó de hablar, dijo: "Navega mar adentro y echa las redes". Simón le respondió: "Maestro, hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada, pero si tú lo dices, echaré las redes". Así lo hicieron y sacaron tal cantidad de peces que las redes estaban a punto de romperse. Entonces hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que fueran a ayudarlos. Ellos acudieron y llenaron tanto las dos barcas que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús y le dijo: "Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador". El temor se había apoderado de él y de los que lo acompañaban por la cantidad de peces que habían recogido. Y lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, compañeros de Simón. Pero Jesús dijo: "No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres". Ellos atracaron la barca a la orilla y, abandonándolo todo, lo siguieron.

Palabra del Señor.


Reflexión del Padre José:

Hermanos, después del fracaso de la presentación de Jesús en la sinagoga de Nazaret el domingo pasado—¿recuerdan?—cuando casi lo despeñan, Jesús, lejos de frustrarse o desanimarse, sigue su camino de predicador de la Buena Noticia. Ahora lo encontramos junto al lago de Genesaret, con mucha gente amontonada a su alrededor para escuchar la Palabra de Dios. Era tanta la gente que decide pedirle un favor a Pedro: predicar desde su barca.

Para Lucas, Pedro y los discípulos ya conocían a Jesús, y Jesús los conocía a ellos. Terminada la catequesis, Jesús le dice a Simón: "Navega mar adentro". Pedro, que ya lo conocía y había escuchado la Palabra de Dios, le dice: "Maestro, hemos pasado toda la noche sin suerte, mucho menos ahora que es de día". Pero la grandeza del corazón y la disponibilidad de Pedro hacen que, a pesar de todo, le diga al Señor: "Pero si tú lo dices, echaré las redes".

¡Qué grande es la cosecha cuando depositamos nuestra confianza en la Palabra de Dios! Cuando somos dóciles al Espíritu Santo, Él nos inspira desde adentro y nos impulsa a dejar lo de siempre, a salir de la zona de confort, como diríamos hoy, y a lanzarnos mar adentro.

Pedro, como Isaías en la primera lectura, se da cuenta de que ese hombre llamado Jesús es un santo, un tres veces santo. Por eso se arroja a sus pies y le pide que se aleje de él porque es un pecador. Sus compañeros también sienten temor ante la pesca milagrosa.

Pero Jesús le dice a Simón: "No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres". ¡Qué poca importancia le da Jesús a lo que hemos sido o a lo que somos!

En la segunda lectura que hemos leído, vemos que Pablo pasó de perseguidor de cristianos a apóstol de los paganos. Todo comienza con un favor pequeño: "Déjame subir a tu barca para anunciar la Palabra de Dios".

Hoy podríamos decir que todo puede comenzar con un simple llamado o pedido:

  • "¿Podrías catequizar?"

  • "¿Podrías visitar a un enfermo?"

  • "¿Me prestás tu camioneta para llevar una silla?"

  • "¿Podemos usar tu casa para celebrar una misa?"

  • "¿Podés leer la primera lectura o el Salmo?"

Todo comienza así. Un compromiso pequeño puede terminar en un compromiso de por vida, como le pasó a Pedro y sus compañeros, y a tantos a lo largo de la historia.

Jesús le dijo: "Navega mar adentro". Si queremos que la Palabra de Dios atraiga a los hombres y mujeres de hoy, tenemos que cambiar. Dejar de hacer siempre lo mismo, arriesgarnos, dejarnos sorprender por el Señor, que siempre es novedad.

"Te haré pescador de hombres" significa que, de ahora en adelante, la mayor preocupación y ocupación de Pedro será ocuparse de las personas. Y será muy feliz cuando ayude a sacar del mar (del mal) a tantas personas heridas, descartadas, marginadas, necesitadas, enfermas, ciegas por el odio, la avaricia, etc.

Como dice una canción que muchas veces cantamos:"El Señor nos pide a veces que sepamos renunciar, a unas pequeñas cosas y a otros hasta un hogar.Por esas manos pasarán las aguas, que calmarán la sed de mis hermanos.Por esas manos, generosamente, los manantiales brotarán por siempre".

Hoy el Señor nos llama a ser pescadores. Todos somos una Iglesia sinodal, caminamos juntos, todos somos corresponsables. Pedro y sus compañeros eran gente común, como lo somos todos en el mundo de hoy.

Si nos ponemos en marcha, ligeros de equipaje, y confiamos en el Espíritu Santo, nada es imposible con Jesús.

Que la bendición de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nosotros y permanezca para siempre.

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