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Reflexión Nº5: Padrenuestro. Un nuevo modo de ser

PODCAST · Lectura y Reflexión

Buenos días. Buenas tardes, queridos hermanos, queridas hermanas, queridos niños, soy el padre José y comparto con ustedes la palabra de Dios.





Del evangelio de San Lucas:

Un día Jesús estaba orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: "Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos". Él les dijo entonces: "Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu nombre, que venga tu reino. Danos cada día nuestro pan cotidiano. Perdona nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a aquellos que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación".

Palabra del Señor.


Reflexión:

El evangelio de hoy nos muestra a Jesús orando. El Señor oraba siempre, pero es curioso que nunca oraba con los discípulos. A ellos, en este pasaje, les enseña a orar. ¿Qué orar y a quién orar? Y esto a pedido de los discípulos que lo ven orar.


Esta manera de rezar de Jesús no es para que lo vean, sino una necesidad que como Hijo tenía de hablar con su Padre Dios. El hecho de que lo hayan visto es un ejemplo para todos nosotros, sobre todo para los papás. Los hijos deben verlos rezar; tal vez así, como los discípulos, deseen que les enseñen a rezar. Jesús no impone la oración, sino que la contagia. Y en el tiempo de Jesús era impensable que un hombre pudiera llamar a Dios Padre. Todas las peticiones tienen sentido con esta palabra "Padre". Y si Dios es Padre, quiere decir que Dios es cercano, confiable, familiar, y por lo tanto, no hay nada que temer.


No rezo al Padre de manera individual, sino con la conciencia de que es Padre de todos. Por eso rezo de manera personal, con todos. La segunda palabra que no debemos olvidar nunca es "nuestro". No soy hijo único. Cuando rezamos al Padre Nuestro o cuando dialogamos con Él, nos da la gracia que le pedimos, pero mucho más. Él se nos da, porque Él es la gracia. La gracia sería como la envoltura del regalo, que es Él mismo. Él es la verdadera gracia que necesitamos. Los dulces de la abuela no se comparan con la dulzura de ella. Así también es Dios.


Por eso Santa Teresa dirá: "Sólo Dios basta". O el Salmo veintidós: "El Señor es mi pastor, nada me puede faltar". Por eso, dice Francisco, no rezar es cerrar las puertas al Padre Dios, entonces nada puede hacer. En cambio, la oración, ante cualquier situación, es abrir las puertas al Señor para que se manifieste, porque Él hace nuevas todas las cosas.


Pidamos primero que nada coherencia. Por eso es bueno tener presente lo siguiente: No digas "Padre" si no te comportas como hijo. No digas "nuestro" si vives aislado en tu egoísmo. No digas "que estás en el cielo" si solo te fijas en las cosas terrenales. No digas "santificado sea tu nombre" si solo lo invocas con los labios y tu corazón está alejado de Él. No digas "hágase tu voluntad" si no la aceptas cuando es dolorosa. No digas "el pan nuestro de cada día, danos hoy" si no te preocupa la gente que pasa hambre. No digas "perdona nuestras ofensas" si guardas rencor a tus hermanos. No digas "no nos dejes caer en la tentación" si no evitas las ocasiones de pecado. No digas "líbranos del mal" si no te comprometes a favor del bien y contra el mal.


Y que la bendición de Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nosotros y permanezca para siempre.

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