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Reflexión Nº12: No soy digno, pero confío en tu palabra

PODCAST · Lectura y Reflexión

Buenos días. Buenas tardes, queridos hermanos, queridas hermanas, queridos niños, soy el padre José y comparto con ustedes la palabra de Dios.







Del evangelio de San Mateo:

Al entrar en Cafarnaúm, se le acercó un centurión rogándole: "Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente". Jesús le dijo: "Yo mismo iré a curarlo". Pero el centurión respondió: "Señor, no soy digno de que entres en mi casa. Basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque cuando yo, que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis órdenes: ‘Ve’, y él va; y a otro: ‘Ven’, y él viene; y cuando digo a mi sirviente: ‘Tienes que hacer esto’, él lo hace". Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: "Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe. Por eso les digo que muchos vendrán de oriente y occidente, y se sentarán a la mesa con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos".

Palabra del Señor.


Reflexión:

Ayer comenzamos un año litúrgico nuevo con este tiempo de Adviento, tiempo de preparación y reflexión para acoger y celebrar a Dios que irrumpe en nuestro mundo envuelto nada menos que en pañales. En este tiempo estamos en camino para encontrar al Señor, pero es más importante dejarnos encontrar por Él. Por eso debemos abrir el corazón, para que Él me encuentre y me diga lo que quiera decirme, no lo que yo quiera escuchar. Para que me diga que me ama y también que confía en mí.


En el evangelio de hoy, el centurión se pone en camino para encontrar al Señor, seguramente movido por lo que le habían contado sobre las virtudes de Jesús. Con fe, lo encuentra a la entrada de Cafarnaúm y, acercándose, ruega por su sirviente enfermo. Jesús le dice que Él mismo irá a curarlo, pero el centurión lo sorprende con una respuesta poco común: "Señor, no soy digno de que entres en mi casa. Basta que lo digas de palabra y mi sirviente se sanará".


Jesús queda admirado y alaba la fe de este pagano, un centurión romano. Aprovecha también para enseñar que al reino de Dios se llega por la fe, y esta no pertenece exclusivamente a un pueblo. ¿Cuántas veces el Señor alabó la fe de quienes no eran de su raza? La fe es un don de Dios, y como tal, es para todos sus hijos, no solo para algunos. También es la respuesta que el hombre da a Dios que le habla.


El centurión pone toda su confianza en la palabra de Jesús, tanto que le basta con ella. Nosotros, cada vez que estamos en la misa, somos invitados a confesar nuestra fe al decir: "Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme". ¿Me siento alguna vez así? ¿Siento que voy a recibir una visita más grande de lo que merezco?


Vivimos en una cultura que cree tener derecho a todo, que piensa que merecemos recibir todo lo que se nos ofrece. Pero el centurión tuvo una fe total en Jesús. ¿La tengo yo cuando me acerco a comulgar?


El centurión intercede con Jesús en favor de su sirviente, no de sí mismo. ¿Por quién quisiera hoy interceder con mi oración? El centurión supo tocar el corazón de Jesús con su respuesta llena de fe. También nosotros, con nuestra oración, podemos tocar el corazón de Jesús por alguien que lo necesita.


Señor, que nuestra oración sea profunda, sincera, perseverante y llena de fe. Y que la bendición de Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nosotros y permanezca para siempre.

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